Ayné


Va a hacer una semana que no sabéis nada de mí. Y a lo mejor hasta os habéis pensado que desde que “el libro” se cruzó en mi camino he dejado el blog de lado, pero no, no es así. No he escrito ni una sola palabra desde entonces. Se me ha ocurrido alguna idea suelta sobre cómo empezarlo, pero digamos que aún no he visto la luz.


Me dedico a esperar a que Inspiración llame a mi puerta, pero ella, tan orgullosa, tan estirada, le gusta hacerse de rogar. Ni por asomo se acerca a mi calle, huye en dirección contraria y juega al escondite, muy lejos de mi número…


La muy condenada.


Aunque la verdad, es que no lo tengo claro, ¿es la inspiración quien escapa de mí, o el poco tiempo que tengo para dedicarlo a las cosas que todavía me gustan quien no quiere verme ni en pintura? 


La semana pasada fue una carrera contra reloj en toda regla. Ni un segundo para respirar, ni un segundo para vivir... El trabajo me consume, y es que por mucho que quiera buscar a Inspiración, ¿de qué me sirve, si no tengo tiempo para jugar?


Por fin, esta semana han llegado parte de las ansiadas vacaciones que guardo en la recámara, y los segundos que necesito para respirar. Aunque me cuesta, me cuesta mucho asimilar el inspira-espira de una persona normal. Y ni aun estando en el lugar más recóndito del mundo, donde sólo se oyen los cencerros del ganado, y los pájaros por la mañana, soy capaz de apagar mi interruptor nervioso y olvidarme de lo que me ocurrió aquel día.


Tengo miedo y sólo espero que Inspiración se apiade de mí, llame a mi puerta, y me traiga la paz que tanto necesito. Pedirle que me acompañe hasta la puerta de mi café favorito. Puerta que estará ansiosa por verme llegar carpeta en mano y cargada de ilusión. Puerta que me abrirá paso al mejor irlandés del barrio, y me dirá, “la mesa de la esquina hace días que pregunta por ti”.






1 Response
  1. Itzhak Says:

    Aunque no hayas dicho nada, hemos visto tu segunda mudanza de estilo... Mucho más tú, la verdad.


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