Ayné
Ayné
Me persigues. 

Te cuelas en mis sueños y me llamas. Por mucho que me esfuerzo, no consigo olvidar, y te veo, te imagino, te sueño. Discuto contigo  y en mi mente salgo victoriosa. Muevo los labios por la calle inconscientemente mientras imagino las palabras que jamás saldrán de mi boca. Las que te rechazan, las que te dicen que me dueles y que no vuelvas a llamarme. Que pasé página y ya no me importas. Me lo creo por unos segundos. Me autoengaño… y me sorprendo llorando otra vez, por la persona que más daño me ha hecho nunca. Tú. 

Y vuelvo a la cruda realidad. Al aislamiento y los planes aguados. Planes que ni si quiera llegaron a formarse. Agenda vacía y desidia. Sólo queda el recuerdo de veranos felices a tu lado que ya no están.

Risas. Ruido. Lluvia.
Lágrimas. Silencio. Calor.

Dolor inherente al recuerdo, que esquivo y me persigue. Dolor por verte. Dolor por haberte perdido.
Y ahora sola, paso las horas bajo una manta de cuadros que me da el cariño que tú me robaste.
Cierro los ojos. Siento las risas, el ruido, la lluvia. Las recuerdo con cariño y dolor… y cuando abro los ojos sólo quedan las lágrimas, el silencio y el calor. Mucho calor.

Y a cada segundo que avanza el reloj descubro las mil y una niñas que llevo dentro, las que me hacen ser bipolar, tripolar u octopolar. Sin saber qué es lo que quiero, si te echo de menos o te odio, si desearía no haberte conocido nunca o preferiría aprender a olvidarte. Si me culpo de todos los errores cometidos, o levanto la cabeza sin miedo. Si sé pasar página o me quedé anclada en el pasado.


Y me enfrento al espejo, y me pruebo ocho vestidos de un mismo color:

La nostalgia de ti
Las sonrisas atrapadas en el pasado
El dolor por lo perdido
El odio por el daño causado
El cariño por lo que fuimos
El miedo a estar sola
La inseguridad de una silla coja
Las ganas de saber vivir sin ti

Y no me decido...


Cierro el armario y los ocho vestidos quedan encerrados en la oscuridad de mi armario hasta que, otra vez,  vuelve a caer la noche. 


Ayné



La vida no es esperar a que pase la tormenta, es aprender a bailar bajo la lluvia.


Alta médica :)




Ayné
Ayné
Hoy es el primer día del resto de mi vida, y soy feliz.
Ayné


- Eres una mujer como la copa de un pino.
- Eso lo dices porque eres tú.
- No, en serio. Creo que Allie tiene mucha suerte de tenerte. De hecho, me encantaría tenerte como amiga a pesar de la edad que nos separa. ¿No ves? si hasta me emociono. Creo que vales mucho. Eres muy inteligente y te encanta profundizar en las cosas. Vas a ser una gran mujer.

Es todo un honor que alguien como tú me diga algo así. Sólo puedo decir: 
GRACIAS POR ACOMPAÑARME EN EL CAMINO.



Ayné




Yo:  ¿Te gusta la foto?


Morfeo: ¿Qué significa?


Yo: Un corazón de azúcar, con sabor a melocotón.


Morfeo: Tentador sin duda para las golosas como tú.


Yo: Ya pero y si metes el dedo…  entonces:  “ayyy”


Morfeo:  Dicen los de El Barrio en una de sus canciones “que un buen dulcecito a nadie le amarga”, pero claro está, eso si no pensamos en las consecuencias…


Yo:  Esta  es la interpretación fácil. La que se ve a primera vista. Pero fíjate bien, un poco más...


Morfeo: No veo nada más


Yo: Bueno... a lo mejor es yo es que soy un poco rebuscada. 


Morfeo:  De eso no hay duda… 


Yo: Ponte en el lugar del corazón.


Morfeo: ¿Soy una gominola?


Yo: Sí, eres una gominola… tremendamente atractiva, de colorines y azúcar…


Morfeo: Vale, soy un corazón de azúcar.


Yo: Eres más que eso. Eres un corazón de azúcar que sabe a melocotón, pero que a 
simple vista no se ve…


Morfeo:  AAAAaaaAAAAaaahHHHhhAAAaaa…


Yo:  Estás en una trampa. Los que te miran, que son como pequeños ratones, sólo ven tu bonita forma de corazón, y cuando van a por ti,  los hierros los atrapan.


Morfeo: Es una ratonera, de eso se trata ¿no?…


Yo: Sí, pero si fueras un ratón listo y sólo quisieras tu trocito de queso te las ingeniarías para cogerlo y salir corriendo sin que el hierro te atrapase ¿no?


Morfeo: Supongo…


Yo: El caso es que lo que te atrapa no es el hierro. Es el intenso sabor a melocotón,  su olor,  el que te hace caer en la trampa, el que no te deja huir. Es eso que los demás no ven a simple vista lo que hace que tardes en salir huyendo con el trocito que pilles de gominola, y quedes atrapado para siempre.


Morfeo: ¿Y qué pinto yo como corazón en todo esto?


Yo: Pues que tú verás como poco a poco miles de ratas, más listas de lo que parecen en realidad,  se acercan a ti, y a hurtadillas van arrancando trocitos de las esquinitas de tu corazón para llevárselo sin que se despliegue la trampa… y con el paso del tiempo, tú, bonito corazón, no serás más que una gominola chupada, magullada y sin forma.  Lo único que quedará de ti será tu olor, tu sabor a melocotón, tu esencia, el centro de la gominola.


Con el paso del tiempo verás como ya no más ratones se acercan a tu trampa… pero de repente un día alguien te olerá, y será lo suficientemente tonto valiente como para asumir que caer en la trampa compensa con tal de sentir a qué sabe el melocotón.


Morfeo: No deberías trabajar tanto. Te sienta mal.


Yo: Díselo a mi jefe.
Ayné
Yo - Hay muchos tipos de secretos ¿sabes? Los que compartes sólo con tu mejor amiga, los que compartes con tu madre y ocultas a tu padre, los que confiesas a tu hermana, los que sólo tu novio conoce. Los que no cuentas a nadie y son sólo tuyos.

Morfeo - Aha...

Yo - De los últimos yo tengo un montón. Será que soy oscura...

Morfeo - Yo diría que más bien opaca.

Yo- ¿Qué tal una nevera hermética?

Morfeo- ¿Una nevera?

Yo - Sí, por lo de corazón congelado...

Morfeo - ¿Hermética?

Yo - Herméticamente sellada.

Morfeo - Sellada pero no vacía.

Yo - ¿Entonces qué soy?

Morfeo - Eres una nevera herméticamente sellada llena de mermelada de fresa, zumos de naranja, granadina y tabletas de chocolate.

Ayné


Aquí tan mono donde lo veis se quemó.

Eso sí, una que es muy apañada ha creado unas crujientes galletitas con él.

En fin, otra vez será...


Ayné

  • Que me caiga una gotera en la cabeza
  • Perder un zapato cual Cenicienta subiendo las escaleras
  • Los adoquines
  • El olor a coco y el olor a vainilla
  • El pescado y todos sus derivados
  • Las chonis
  • Las ñoñas
  • La mala educación
  • Que me interrumpan cuando estoy escribiendo
  • Que griten mientras intento hacer yoga
  • Las películas de miedo
  • Sentirme culpable
  • Ser indecisa
  • Las Navidades
  • Ponerme roja
  • Que se me cedan los pantalones a lo largo del día
  • Las decepciones
  • Tener que callarme
  • Que la gente llegue tarde
  • La incompetencia
  • Que los nervios se apoderen de mí
  • La prepotencia
  • Quedarme atrapada por mi tacón de aguja en la rendija del ascensor/alcantarillas
  • Que me calen los zapatos
  • Las toallas mojadas y con olor a humedad
  • Los bichos
  • Que me huelan las manos a gasolina después de repostar
  • No poder estornudar
  • El tabaco 
  • Que me lloren los ojos en ambientes cargados
  • Tener que mantenerme despierta en el trabajo después de comer
  • Que me pillen infraganti
  • Que no me contesten a los SMS
  • Tener los pies fríos
  • Esperar una llamada, un correo o un mensaje
  • Las colas
  • Los fitipaldis al volante
  • Que no funcione la impresora
  • Tener que volver sola a casa cuando es de noche
  • Que me juzguen sin conocerme
  • Que no me miren cuando hablo
  • Discutir
  • El despertador
  • El calor aplastante
  • El frío infernal
  • No saber mentir
  • Que me despierten de la siesta
  • No saber decir que no
  • La tristeza
  • La soledad
  • El aburrimiento
  • La falsedad
  • Ser buena
  • Los que hablan sin saber
  • Los que creen conocerme y no saben nada
  • Las adolescentes escandalosas
  • Los borrachos
  • Las playeras
  • El sexismo
  • La violencia
  • Hincharme a comida
  • No poder dormir
  • Que me interrumpan una canción
  • Ser la única que no ha entendido el chiste
That's me!


Ayné

Y de repente la rutina llegó.

Y de repente me pareció que mi vida era mucho más agradable de lo que yo la recordaba.

Me sorprendo a mí misma, disfrutando de cada momento de mi día, desde el momento en que mi pie asoma por debajo de la pesada manta de lana y siente el frío de la mañana, desde que la luz que entra por la ventana me ciega.

He añadido pequeños cambios en mi rutina que hacen que ésta sea especialmente dulce. Me levanto 15 minutos antes de lo habitual, y me visto despacio, cuidando al más mínimo detalle mi sencillo maquillaje, combinando mis camisas de siempre, innovando los conjuntos... mirándome al espejo más de lo habitual y recordando que me gusta ser quien soy. 

Preparar café caliente por la mañana y sentarme a desayunar un buen montón de galletas. Se acabó desayunar de pie. Se acabó correr de lado a lado de la casa buscando el pase del metro o las llaves. Todo me espera bien preparado en la silla de la habitación desde la noche anterior, el bolso, los pendientes, los zapatos, mi colonia, la ropa perfecta para afrontar un día perfecto, normal, rutinario.

Saboreo la vida sin prisa.

Bajo al metro dando un paseo. Sin correr. Escuchando el sonido de mis tacones y disfrutando de mi look ejecutivo.

Llegar al andén y abrir el libro que guardo en el bolso, leer durante los cinco minutos de trayecto y aislarme de los bostezos, caras apagadas y estrés que me rodea. Por fín llego, y apuro las últimas líneas del capítulo mientras subo absorta las escaleras mecánicas.

La oficina, no me desagrada. La gente tampoco. 

En mis escapadas al servicio de señoras señoritas, nunca olvido de retocarme el pelo y el maquillaje, y siempre me sonrío al despedirme del espejo. 

He vuelto a mi vida y me gusta. 
Me gusto.

Llega la hora de salir. El viento contra la cara, la poca luz de la noche me acompañan hasta casa. Una ducha de agua ardiendo me espera, aceite de ducha y jabones de olor a rosa. Con la piel suave, la mente fresca y el pelo mojado me reciben las velas y la aromaterapia en mi habitación. 

Una hora de yoga acompañado de buena música. 

Y mientras cierro los ojos y me estiro siento el olor de mi pelo, de mis cremas... El pantalón ancho de yoga me acaricia las piernas y me siento en paz para acabar, y de nuevo empezar otro día.


Ayné



Cada día que pasa quito una hoja del calendario. Queda un día menos para "la vuelta al cole".


Y estoy nerviosa... No sé si estoy preparada.


Y tengo insomnio.


O miedo.


O ansiedad.


O he dormido demasiado durante el día.


¿Alguien ha visto a Morfeo? Desde que Rotenmayer se fue no he sabido de él.


Si alguien le encuentra, que le diga que aún no estoy preparada para seguir sin su ayuda...


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Ayné

Llego a la estación de mi barrio. Cierro el libro que estoy leyendo y pienso en el último capítulo. Sus consejos me han parecido una tontería, pero hoy estoy juguetona y me apetece probar.

Así que estiro los hombros y empiezo a ensayar mi forma de andar, de respirar y de sonreír. Salgo con paso firme del metro, con pasos largos, caminando despacio, escuchando el sonido de mis tacones contra el suelo. Levanto bien la cabeza, y me contoneo ligeramente al andar.

Me siento femenina y extrañamente bien. Puede que lo que acabe de leer no sea ninguna tontería.

Llego a las escaleras y veo a una señora mayor. Sube tres peldaños y se para a coger aire. Me saca de mi ensoñación. Me preocupo por ella, pero la adelanto. Me arrepiento y la espero arriba, miro hacia atrás varias veces, y al final me decido a hablar con ella.

- Señora, ¿se encuentra bien? ¿necesita que la ayude? 
 Me sonríe, no me ha oído nada.
- ¿Qué dices?
- Que si necesita ayuda, la he visto pararse y me ha preocupado.
- Ay, hija, tranquila, no te voy a entretener, pero mira, hace años me operaron del cerebelo y ahora tengo que descansar de vez en cuando pero estoy como una roca.
 La sonrío.
- Me alegro mucho, señora. Hasta luego.
Me giro para marcharme, pero me para.
- Espera, espera. ¡¡Y los próximos que cumpla 83!!
- ¿En serio? No los aparenta... Se conserva muy bien.
- Y una última cosa, que ya te he dado mucho la tabarra... ¿ves mi pelo?
- Sí. - tenía el pelo castaño.
- Pues no me lo he teñido nunca, y ¿ves? ni una sola cana.
Me río.
- Qué envidia señora. Ya firmaba yo, ya firmaba yo... Bueno hasta luego.
- Agur, cariño.

Me ha encantado descubrir su vitalidad. La forma tan positiva de ver su vida, de compartir esos segundos de su cariño conmigo. 

La edad te hace madurar y valorar las cosas que verdaderamente importan. 

Hoy, la señora del metro me ha enseñado que la fuerza no está en las piernas, está en el corazón.





Y estos...

... son los primeros elementos de mi ajuar.

:D





Ayné






Sencillamente genial.
¿¿Por cierto, os he dicho que me encanta la voz de P!nk??


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Ayné

Cansada de gastar mi energía en escuchar las voces interiores que no hacen más que repetirme que todo lo que hago lo hago mal, que todos los sís, son nos, que las sonrisas son forzadas, que los "lo siento"s no son de verdad. Cansada de imaginar qué ocurrirá en el futuro, cansada de alterar la realidad, cansada de pensar en el pasado que ya se fué.

Hoy decido ahorrar mi energía para sonreír a desconocidos, para pisar con fuerza las aceras, para bailar una coreografía mientras canto en el karaoke, para disfrazarme e inaugurar mi casa, para reírme a carcajadas hasta llorar, para querer, para soñar despierta, para escuchar las llaves girando por primera vez la cerradura de mi casa, para sentarme frente al ventanal de la cocina y llorar de alegría, para oír el sonido de mis zapatos contra el suelo, para dormir bajo mi techo.

Para compartir mi vida, y darles todo a aquéllos a los que no quieren marcharse de ella.


Ayné
Últimamente escribo poco.


No es que no tenga nada que contar. Puede que tenga demasiadas cosas sobre las que despotricar. Pero a lo mejor son pasado. A lo mejor es futuro sobre el que prefiero no especular. A lo mejor deseo vivir el presente y preocuparme sólo por lo que ocurra hoy. 


Puede que no quiera amargarme durante semanas por algo que a lo mejor ocurre... o no.


Puede que haya decidido que lo que los demás digan, las caras que pongan o lo que opinen, me da igual. Que lo que verdaderamente importa, es el efecto que sus comportamientos tengan en mí.


Que me he cansado de ser Rottenmayer. Me gusta más correr como Heidi, descalza por las montañas, que el viento golpee mi cara, cantar, vivir... Ser feliz. 


Ser emocionalmente madura.


Ayné
Y con esto empieza todo...
Cuánto cuesta ganarlo y qué poco abulta...

Ayné


Siempre había pensado que este dicho era un estupidez, como tantos otros.
Pero esta vez es diferente.


El 2010 es mi año. He encontrado el nido. Mi nido. Nuestro nido.


Espero vuestras visitas... y por supuesto, vuestras manos para pintar las paredes ;)


Welcome home!



Ayné


Y aquí sigo, volando sin rumbo por el cielo del 2010, cargada de ilusiones, miedo y ansiedad. Agito mis alas y observo el nido que espera en mi destino. No muy lejano, se atisba en el horizonte, y yo me pregunto:


¿Será ese mi nido? ¿ahí espera mi ilusión? ¿los brownies? ¿los cafés? ¿el helado? ¿las pelis? ¿las cenas con velas? ¿Es ese el nido que está cargado de millones de buenos momentos que compartiré con vosotros?


¿Es ese el nido del cuco?





Ayné
Una mesa de madera. Cuatro sillas. Un tapete verde.
Al fondo un tipo que se hace llamar Destino.


Sentados en las mesas, cuatro personas esperando recibir sus cartas. 
Destino les observa, baraja las cartas. Son mágicas, son todas iguales, cartoncillos en blanco que reparte a cada uno de los cuatro jugadores.


Levanto mi abanico de cartas. Destino me mira de arriba abajo, me analiza, entra en mi mente, y las cartas se van dibujando una a una. El siete de espadas, el dos de copas, el tres de bastos y la sota de oros. Sin duda malas cartas.


Destino, hace lo propio con los otros tres jugadores, los analiza y pinta sus abanicos de cartas.
Comienza la partida.


Sobre la mesa, apoyados los cuatro jugadores, cada uno asume su rol. 


Luck es un tío afortunado, con suerte, Destino le dio buenas cartas. Tiene la partida solucionada. Nació con estrella. Le salió el comodín.


CaballoGanador, tiene malas cartas, pero sabe afrontar la situación. Se marca faroles, es un tío seguro, juega a doble o nada, y siempre gana.


Mathew, es frío y calculador, observa sus cartas y cuenta las que salen sobre la mesa, hace sus cálculos, se vale de su inteligencia independientemente de lo que la baraja de Destino le haya deparado.


Y al otro lado: yo. 


Miro mis cartas. Pienso en la matriz Dafo, debilidades y fortalezas. Conozco cuáles son las cartas que me hacen fuerte y cuáles me harán perder la partida. De repente Morfeo entra por la puerta, coge una banqueta, se sienta junto a mí y me susurra "Recuerda que siempre guardas un As en la manga".


Le sonrío. Es un gran tipo. Confía en mí, cree que ganaré la partida, que lucharé como nadie por salir vencedora.


Me concentro en mis cartas de nuevo. Miro el tapete verde y las cartas que están descubiertas sobre él. Pienso en el As y se me saltan las lágrimas. 


Miro a Morfeo y le pregunto: 
¿Cómo voy a ganar la partida si no sé a qué estamos jugando?


Me acaricia la mejilla y me dice: "Toma las riendas de tu vida."