Ayné

Y de repente la rutina llegó.

Y de repente me pareció que mi vida era mucho más agradable de lo que yo la recordaba.

Me sorprendo a mí misma, disfrutando de cada momento de mi día, desde el momento en que mi pie asoma por debajo de la pesada manta de lana y siente el frío de la mañana, desde que la luz que entra por la ventana me ciega.

He añadido pequeños cambios en mi rutina que hacen que ésta sea especialmente dulce. Me levanto 15 minutos antes de lo habitual, y me visto despacio, cuidando al más mínimo detalle mi sencillo maquillaje, combinando mis camisas de siempre, innovando los conjuntos... mirándome al espejo más de lo habitual y recordando que me gusta ser quien soy. 

Preparar café caliente por la mañana y sentarme a desayunar un buen montón de galletas. Se acabó desayunar de pie. Se acabó correr de lado a lado de la casa buscando el pase del metro o las llaves. Todo me espera bien preparado en la silla de la habitación desde la noche anterior, el bolso, los pendientes, los zapatos, mi colonia, la ropa perfecta para afrontar un día perfecto, normal, rutinario.

Saboreo la vida sin prisa.

Bajo al metro dando un paseo. Sin correr. Escuchando el sonido de mis tacones y disfrutando de mi look ejecutivo.

Llegar al andén y abrir el libro que guardo en el bolso, leer durante los cinco minutos de trayecto y aislarme de los bostezos, caras apagadas y estrés que me rodea. Por fín llego, y apuro las últimas líneas del capítulo mientras subo absorta las escaleras mecánicas.

La oficina, no me desagrada. La gente tampoco. 

En mis escapadas al servicio de señoras señoritas, nunca olvido de retocarme el pelo y el maquillaje, y siempre me sonrío al despedirme del espejo. 

He vuelto a mi vida y me gusta. 
Me gusto.

Llega la hora de salir. El viento contra la cara, la poca luz de la noche me acompañan hasta casa. Una ducha de agua ardiendo me espera, aceite de ducha y jabones de olor a rosa. Con la piel suave, la mente fresca y el pelo mojado me reciben las velas y la aromaterapia en mi habitación. 

Una hora de yoga acompañado de buena música. 

Y mientras cierro los ojos y me estiro siento el olor de mi pelo, de mis cremas... El pantalón ancho de yoga me acaricia las piernas y me siento en paz para acabar, y de nuevo empezar otro día.


Ayné



Cada día que pasa quito una hoja del calendario. Queda un día menos para "la vuelta al cole".


Y estoy nerviosa... No sé si estoy preparada.


Y tengo insomnio.


O miedo.


O ansiedad.


O he dormido demasiado durante el día.


¿Alguien ha visto a Morfeo? Desde que Rotenmayer se fue no he sabido de él.


Si alguien le encuentra, que le diga que aún no estoy preparada para seguir sin su ayuda...


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Ayné

Llego a la estación de mi barrio. Cierro el libro que estoy leyendo y pienso en el último capítulo. Sus consejos me han parecido una tontería, pero hoy estoy juguetona y me apetece probar.

Así que estiro los hombros y empiezo a ensayar mi forma de andar, de respirar y de sonreír. Salgo con paso firme del metro, con pasos largos, caminando despacio, escuchando el sonido de mis tacones contra el suelo. Levanto bien la cabeza, y me contoneo ligeramente al andar.

Me siento femenina y extrañamente bien. Puede que lo que acabe de leer no sea ninguna tontería.

Llego a las escaleras y veo a una señora mayor. Sube tres peldaños y se para a coger aire. Me saca de mi ensoñación. Me preocupo por ella, pero la adelanto. Me arrepiento y la espero arriba, miro hacia atrás varias veces, y al final me decido a hablar con ella.

- Señora, ¿se encuentra bien? ¿necesita que la ayude? 
 Me sonríe, no me ha oído nada.
- ¿Qué dices?
- Que si necesita ayuda, la he visto pararse y me ha preocupado.
- Ay, hija, tranquila, no te voy a entretener, pero mira, hace años me operaron del cerebelo y ahora tengo que descansar de vez en cuando pero estoy como una roca.
 La sonrío.
- Me alegro mucho, señora. Hasta luego.
Me giro para marcharme, pero me para.
- Espera, espera. ¡¡Y los próximos que cumpla 83!!
- ¿En serio? No los aparenta... Se conserva muy bien.
- Y una última cosa, que ya te he dado mucho la tabarra... ¿ves mi pelo?
- Sí. - tenía el pelo castaño.
- Pues no me lo he teñido nunca, y ¿ves? ni una sola cana.
Me río.
- Qué envidia señora. Ya firmaba yo, ya firmaba yo... Bueno hasta luego.
- Agur, cariño.

Me ha encantado descubrir su vitalidad. La forma tan positiva de ver su vida, de compartir esos segundos de su cariño conmigo. 

La edad te hace madurar y valorar las cosas que verdaderamente importan. 

Hoy, la señora del metro me ha enseñado que la fuerza no está en las piernas, está en el corazón.





Y estos...

... son los primeros elementos de mi ajuar.

:D





Ayné






Sencillamente genial.
¿¿Por cierto, os he dicho que me encanta la voz de P!nk??


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Ayné

Cansada de gastar mi energía en escuchar las voces interiores que no hacen más que repetirme que todo lo que hago lo hago mal, que todos los sís, son nos, que las sonrisas son forzadas, que los "lo siento"s no son de verdad. Cansada de imaginar qué ocurrirá en el futuro, cansada de alterar la realidad, cansada de pensar en el pasado que ya se fué.

Hoy decido ahorrar mi energía para sonreír a desconocidos, para pisar con fuerza las aceras, para bailar una coreografía mientras canto en el karaoke, para disfrazarme e inaugurar mi casa, para reírme a carcajadas hasta llorar, para querer, para soñar despierta, para escuchar las llaves girando por primera vez la cerradura de mi casa, para sentarme frente al ventanal de la cocina y llorar de alegría, para oír el sonido de mis zapatos contra el suelo, para dormir bajo mi techo.

Para compartir mi vida, y darles todo a aquéllos a los que no quieren marcharse de ella.


Ayné
Últimamente escribo poco.


No es que no tenga nada que contar. Puede que tenga demasiadas cosas sobre las que despotricar. Pero a lo mejor son pasado. A lo mejor es futuro sobre el que prefiero no especular. A lo mejor deseo vivir el presente y preocuparme sólo por lo que ocurra hoy. 


Puede que no quiera amargarme durante semanas por algo que a lo mejor ocurre... o no.


Puede que haya decidido que lo que los demás digan, las caras que pongan o lo que opinen, me da igual. Que lo que verdaderamente importa, es el efecto que sus comportamientos tengan en mí.


Que me he cansado de ser Rottenmayer. Me gusta más correr como Heidi, descalza por las montañas, que el viento golpee mi cara, cantar, vivir... Ser feliz. 


Ser emocionalmente madura.


Ayné
Y con esto empieza todo...
Cuánto cuesta ganarlo y qué poco abulta...