Ayné
Una semana después. Mismo hotel, habitación 403...

...

Pues me gustaba más la 212, era más grande y de no fumadores.

A pesar de que en la calle el sol golpea con fuerza, en la habitación hace frío. No he traído ropa de abrigo y el mini-camisón de verano no ayuda demasiado. He intentado poner el aire acondicionado a calentar, pero no lo entiendo. Además, esta mediodía el telediario amenazaba tormentas para mañana. Y yo con ropa de verano, qué bien... Soy lista. Muy lista.

Tengo mucho sueño. Levantarse antes de las siete debería estar prohibido. Es demasiado tarde para una siesta y demasiado pronto para acostarse. El silencio entre estas cuatro paredes, al igual que mi camisón, tampoco ayuda. Hago verdaderos esfuerzos por mantener mis párpados en guardia, pero me cuesta tanto...

Pongo música. Lenta, no estoy para ruidos. Mis ojos se rinden ante las nanas de mi portátil.

Decidido, hoy no bajo a cenar.
Ayné


No se puede resumir mejor el fin de semana.

Nada mejor que un café para hacer un recuento de pérdidas, recordar tiempos pasados, hablar de amores platónicos y escribir en servilletas mensajes que nunca serán enviados, reír, llorar, gritar, arreglar el mundo, o no arreglar nada, no entender...

Mirar el móvil, esperar una llamada que no llega, romper tradiciones en un segundo. Pasar página. Olvidarnos (o no) por un momento de que un mundo cruel nos espera a la vuelta de la cafetería.

Arrastrar los pies por el Casco Viejo, de vuelta a casa. La maleta me espera... Otra vez.



Ayné
He de reconocerlo, se me había olvidado lo duro que es mi trabajo. La verdad es que la gran mayoría ya sabéis el trajín de vida que llevo y el poco espacio que me deja para mi vida personal. Para los que no, hoy, para que me conozcáis un poquito más, os hablaré de él.

La verdad es que no es un trabajo especialmente interesante. Ni mis amigos, ni mis padres, ni mi hermana, ni mis ex-amigos, ni mis conocidos, ni... bueno, en definitiva NADIE entiende qué es lo que hago.

Mi profesión no es apasionante, ni tan interesante como para hacer una serie de TV. Quedaros con que trabajo demasiadas horas, más de la cuenta, que tengo reuniones todas las semanas, que tengo que vestir de traje y viajar constantemente, muchas veces como hoy durmiendo fuera de mi casa.

Gracias a Dios, no tengo miedo a volar y me gusta conducir, pero este ritmo cansa demasiado. Provoca insomnio, ansiedad, ojeras y mal humor. Miles de veces llego a casa y me molesta que me hablen. Estoy cansada, quiero oir música, leer, escribir en el blog, dormir... no quiero hablar sobre "qué tal hoy en el trabajo".

Sin embargo, los días como hoy, añoro las preguntas incesantes de mi madre, el ruido de la TV que nunca enciendo en la habitación de al lado, las monerías de mi hermana, el olor de la cocina...

Lo más duro de mi trabajo, es llegar al hotel cansada sabiendo que te espera una semana realmente dura, ver una cama de 3x2 con sus sábanas blancas y saber que voy a dormir sola. Entrar en una habitación impoluta, impersonal, fría. Los cuadros de las paredes no me dicen nada, no los ha pintado un amigo especial, las manualidades de mi madre que decoran mi cuarto no están, ni las fotos de mi novio que hacen que cientos de Km no sean para tanto, ni...

Los días como hoy me siento perdida, convertida, como decía Sabina, en un "tonto por ciento del cuento del business".

El servicio de habitaciones con mi cena, rompe el silencio ensordecedor de la habitación 212 del Hotel "Soledad".

Es hora de dejaros, chicos. Os echo de menos. No sabéis cuánto.

STOP
Ayné

Vacía de ideas, o mejor dicho con demasiados hilos sueltos que rondan mi cabeza y me ponen de mal humor. Es lo que tiene que sea tu último día de vacaciones.

Así que, para no alterar mi pequeño corazoncito, o
s dejo un gran artículo de Arturo Pérez-Reverte que se publicó en El Semanal. Es una de esas lecturas que te deja con mal cuerpo y que te pone los pelos como escarpias.

Muy recomendable.

No seáis vagos y leedlo:
El oso de peluche.


"No sé ustedes, pero yo tengo mis remordimientos. Cosas que hice o que no hice, fantasmas que a veces, aprovechando las noches calurosas de verano, vienen a sentarse en el borde de la cama y te miran en silencio; y, por más vueltas que das a un lado y a otro, siguen allí hasta que se los lleva la luz del alba. Cuando andas por la vida con una mínima lucidez respecto a tus actos, esa compañía es inevitable. A veces son fantasmas sangrientos y vengativos como el espectro del Comendador, y otras son pequeñas punzadas amargas, tironcitos de la memoria que hacen que te remuevas incómodo. Paradójicamente, éstos pueden ser los peores. Siempre encuentras excusas para justificar los grandes dramas, cuando tomaste tal o cual decisión por necesidad, por supervivencia. Sólo los seres humanos con poca imaginación son incapaces de arreglárselas para tener a raya ese tipo de remordimientos. El problema viene con los otros: las pequeñas manchas de sombra en el recuerdo que sólo pueden explicarse con el egoísmo, el cansancio, la ingenuidad, la indiferencia.

Uno de mis viejos fantasmas tiene la imagen de un oso de peluche; y, por alguna extraña pirueta de la memoria, esta noche pasada estuvo acompañándome durante el sueño que no tuve. El recuerdo es perfecto, al detalle, nítido como una foto o un plano secuencia. Tengo veintidós años y es la primera vez que veo campos inmensos arder hasta el horizonte. En las cunetas hay cadáveres de hombres y de animales, y la nube de humo negro flota suspendida entre el cielo y la tierra, con un sol poniente sucio y rojo que es difícil distinguir de los incendios. En la carretera de Nicosia a Dekhalia, parapetados tras sacos de arena y en trincheras excavadas a toda prisa, algunos soldados grecochipriotas muy jóvenes y muy asustados aguardan la llegada de los tanques turcos, dispuestos a disparar sus escasos cartuchos y luego a escapar, morir o ser capturados. El nuestro es un pequeño convoy de dos camiones protegidos por banderas británicas. A bordo hay algunos ciudadanos europeos refugiados y cuatro reporteros en busca de una base militar con teléfono para transmitir: Aglae Masini con un cigarrillo en la boca y tomando notas con su única mano, Luis Pancorbo, Emilio Polo con la cámara Arriflex sobre las rodillas, y yo. Ted Stanford acaba de pisar una mina en la carretera de Famagusta, y a Glefkos, el reportero del Times que hace dos días se ligó Aglae en la piscina del Ledra Palace, acabamos de dejarlo atrás con la espalda llena de metralla. Es el verano de 1974. Mi segunda incursión en territorio comanche.

Nuestros camiones pasan por un pueblo abandonado y en llamas, donde el calor de los incendios sofoca el aire y te pega la camisa al cuerpo. Y ya casi en las afueras, una familia de fugitivos grecochipriotas nos hace señales desesperadas. Se trata de un matrimonio con cuatro críos de los que el mayor no tendrá más de doce años. Van cargados con maletas y bultos de ropa, todo cuanto han podido salvar de su casa incendiada, y yo todavía ignoro que pasaré los próximos veinte años viéndolos una y otra vez, siempre la misma familia en la misma guerra, huyendo en lugares iguales a ése como en una historia destinada a repetirse hasta el fin de los tiempos. Nos hacen señales para que nos detengamos. La mujer sostiene al hijo más pequeño, con dos niñas agarradas a su falda. El padre va cargado como una bestia, y el hijo mayor lleva a la espalda una mochila, tiene una maleta a los pies y con una mano sostiene el oso de peluche de una de sus hermanas. Saben que los turcos se acercan, y que somos su única posibilidad de escapar. Vemos la angustia en sus caras, la desesperación de la mujer, la embrutecida fatiga del hombre, el desconcierto de los chiquillos.

Pero el convoy es sólo para extranjeros. El sargento británico que conduce nuestro camión pasa de largo -tengo órdenes, dice impasible-, negándose a detenerse aunque Aglae lo insulta en español, en griego y en inglés. Los demás nos callamos: estamos cansados y queremos llegar y transmitir de una maldita vez. Y mientras Emilio Polo saca medio cuerpo fuera del camión y filma la escena, yo sigo mirando el grupo familiar que se queda atrás en las afueras del pueblo incendiado. Entonces el niño del oso de peluche levanta el puño y escupe hacia el convoy que se aleja por la carretera. Ni siquiera los mencioné en la crónica que aquella noche transmití para el diario Pueblo. Conservo el recorte de esa página y sé que no lo hice. Aquellas seis pobres vidas no tenían la menor importancia en la magnitud del desastre y de la guerra. Ahora, si sobrevivió, ese chiquillo tendrá cuarenta años. Y me pregunto si todavía nos recordará con tanto desprecio como yo nos recuerdo."


Ayné


Apareciste ante mi cámara sin yo esperarlo.

En medio de aquella selva tropical, estabas tú, tan pequeño, tan inocente… Tus manos aplaudían, disfrutabas del extraño carnaval de tu tierra. De repente una sonrisa, una mirada triste, ingenua, de asombro quizá, observando un autobús repleto de turistas blancos que con máquinas desconocidas en mano, fotografiaban todo aquello con lo que se cruzaban.

Nos viste pasar, y tú quedaste inmortalizado en mi cámara. ¿Qué será de ti? ¿Qué te deparará la vida en aquella tierra?

Intuyo que te convertirás en pescador, como la mayoría de los habitantes de tu isla. Probablemente seas feliz, teniendo ni si quiera la décima parte de todo lo que disfrutamos al otro lado del charco, y a lo mejor, algún día sientas la inquietud de conocer de dónde procedían aquellos rostros pálidos que viste en aquel autobús y quieras descubrir cómo son sus vidas al otro lado de los árboles. A lo mejor te atrevas a conocer la selva de asfalto, a lidiar con las fieras de la ciudad, a pescar en este mar de soledad y de ambición.

A lo mejor decidas volver a Grenada, a descansar en tu humilde cabaña, sin lujos. A lo mejor decidas pasar las horas con tus pies colgando de una barandilla en un porche de madera, viendo pasar a los turistas, mirarlos con lástima y compadecerlos, porque ellos, a pesar de tenerlo todo, no saben lo que es ser feliz.


Ayné

Así es como me he vuelto.

Cada vez que me miro al espejo me siento diez años mayor (y si vas sumando todas las veces que lo hago, podría decirse que soy inmortal y tengo miles de años, de ahí las arrugas, claro).

La verdad es que siempre he sido bastante paciente, pero me he descubierto a mí misma en varias ocasiones odiando las nuevas generaciones. Sí, como las abuelas reflexionando sobre los jóvenes de hoy en día. Y no salgo de mi asombro ¿será la edad?

Unos cuantos ejemplos:

  • El otro día vi a una chica en el metro con un piercing en la encía, y me dolió taaaaaaanto sólo mirarla...
  • Después en el concierto, otra joven alcoholizada hasta la médula gritaba en mi oído, me clavaba los codos y derramaba su kalimotxo en mis piernas. Me imaginé a mí misma arrancándole los pelos. Cada día soporto menos las aglomeraciones de gente.
  • Unas niñas en el ascensor dando la nota. Una de ellas saltando para que el ascensor se tambaleara y así asustar a su amiga (que decía ocho tacos por cada diez palabras para demostrar lo mayor que era) . No les importaba los más mínimo sacarnos de quicio al resto de personas que bajábamos con ellas en el mismo ascensor. ¿En serio yo era así? Lo dudo.
  • El insoportable "musculitos del gorrito italiano y cara de pocos amigos". El que amenaza al personal con subirles calentitos al avión por empujarle (sin querer) en la cola de facturación. Ya que él (que es tan guay), no se caracteriza por ser precisamente pacífico, o al menos, eso pregonaba orgulloso.
Y un largo etcétera de especímenes varios con los que he tenido el placer de cruzarme estos días. ¿Es que ya no quedan en este mundo personas normales? ¿Estos críos maleducados e insoportables son los que me van a pagar a mí la jubilación?

¿En realidad soy tan intransigente?
Me estoy haciendo mayor.


Ayné

(ver vídeo)

Quisiste poner mi nombre a una estrella...



Ayné


Aquí estoy, en la cama, sentada como un indio con la manta sobre los hombros. Sintiéndome al borde de un abismo.

Esta tarde, cuando volvía en el tren he pensado en qué escribir en el blog y resulta que finalmente no se va a parecer en nada a lo que yo había imaginado.
Pensaba titular este post "Bienvenida a casa". Y es que mientras quedaba menos vía por recorrer, mi ventana, cada vez era menos cristal y más espejo, y a través de mi propio reflejo, a lo lejos, podía intuir las inconfundibles formas de mi tierra. Allí estaban los verdes montes, los árboles altos, los caseríos, las iglesias de piedra fría, las nubes en el cielo y una lluvia que golpeaba la ventana. Al fondo, los últimos rayos de un sol cansado que se retiraba a dormir.

Qué alegría volver a sentirme en casa.
Pasar de los 35º de temperatura y 95% de humedad a los 20º de Bilbao, podía haber sido una sensación agradable más en mi ensoñación de vuelta a casa, si no se me hubiera helado a su vez el corazón.

Y sí, aquí estoy con el corazón hecho trizas, revisando antiguas fotos, leyendo dedicatorias, llorando frente a una caja de madera con una rosa dentro. Helada de frío. Muerta de sueño y con un fuerte dolor de ojos, pero sin poder dormir.


Dicen que no hay nada más triste que un recuerdo feliz. Cuánta razón... Hoy me quedo con el viento golpeando mi cara y levantando mi falda en la proa de un barco. Con el manto de estrellas que nos observaba. Con la oscuridad infinita.

Un recuerdo feliz más, entre todos los que tenemos (que son muchos).


Una "espina feliz" más en mi corazón.


Ayné
... más larga y dolorosa de la historia.

Ciao Aruba!

Ahora es cuando os podéis reír de mí. Mañana, comienzo de la Aste Nagusiaaaaaa y... comienzo del fin del verano.
RIP
Ayné

Hoy no toca madrugar. Despertar en nuestro camarote con vistas al mar, desayunar en cubierta, disfrutar del jacuzzi al aire libre, unos largos en la pisci, un poco de gym, cocktails sin (con eso de que están de moda...).

¿Será hoy la cena de gala?

¡Biennnnnhhhh! Estrenando vestido rojo de princesita...

Creo que adoro esta vida.



Ayné



Creo recordar que los chicos de Friends, estuvieron por estas tierras, espero que no nos diluvie como a ellos.

Tened en cuenta que estamos en época de tormentas tropicales.

Pensándolo bien, en un sitio así, no me importaría calarme hasta los huesos.


xo xo
Ayné
Mientras algunos nadan con delfines, mi pánico por los animales, me obligará a hacerlo contracorriente, mientras esos bichitos simpáticos, risueños y resbaladizos me persiguen.

Oh Dios mío, qué panorama...
Ayné
Hoy andaremos por aquí.
Ya, ya. Yo tampoco lo había oído en mi vida, pero no pinta mal ¿no?



Ayné


¡Oh Oh Oh!


La Perla del Caribe en Venezuela... para qué deciros más.

No me odiéis. En serio, podéis hacerlo, sólo tenéis que imaginarme con gripe A.

¡Hasta mañana, babies!

Ayné

Casitas de colores y aguas cristalinas... no sé absolutamente nada más de esta isla, a la vuelta espero saber contaros algo, cual guía turística de las buenas, y amiga de las malas (a las que les encanta dar envidiaaaa).

A estas alturas seguro que os estoy echando mucho de menos y añorando el magnífico clima de Bilbao.

No olvidéis que os quierooooo ;)



Ayné

Anotadlo en vuestras mentes...
Vuelo: PLM5011


Salida: Madrid Barajas (MAD), T1 - 7ago, 12:30
Destination: Aruba (AUA) - 7ago, 15:30 (hora local)

Duración: 9 horas (esto da para leer mucho ¿conseguiré terminar los 3 libros que llevo?)

Después de la paliza, las turbulencias, los ronquidos, el síndrome de la clase turista, etc., unos señoritos con acento sudamericano y carpetitas de Pullmantur al aire, vendrán a recogernos y llevarnos a nuestra "txalupa".

La misión más importante del día...

¡¡SACARME UNA FOTO CON ESTE ÁRBOL!!

Ayné



Plan para hoy:

08:55 - Montar en el Alvia
14:00 - Llegar a Chamartín
14:30 - Coger el metro camino a casa
15:00 - Hacer la comida
16:00 - Siesta
18:00 - Ir al baño, volver a la cama, más siesta...
20:00 - Levantarme de la cama que ya es hora.
21:00 - Tomar un San Francisco en el Penthouse
23:00 - Fregar platos en el Penthouse para pagar la cuenta :D

00:00 - Cual niña pequeña en su primer día de cole, no dormir de los nervios.


Ayné


... Eva María se fue buscando el sol en la playaaaa...

Por fin, aunque parezca mentira (después de tanto tiempo que os di la noticia), y tras las super vacaciones de Tenerife, comienzan mis andaduras por las Antillas, y como no quiero que os olvidéis de mí durante esta semana (que una es muy sentimental) y la tarifa de datos en roaming es un pelín cara, he preparado una sorpresita:

He dejado programados para cada día del crucero un mini-post, para que no me perdáis la pista y podáis seguirme como a Wally.

Nos vemos a la vuelta ;)

You know you love me...
xo xo

Ayné


Hemos vuelto a la rutina, a los problemas habituales, pero recuerda, niña, siempre nos quedará...
  • Un intruso canino en el WC
  • Un amable vagabundo intentando sacar una foto a dos chicas guapas. Ojo pegado a la pantalla y tambaleos varios. "No saber, ladies, no saber". ¡Vaya! Intento frustrado
  • Un recepcionista italiano encantador, su testosterona y las graves heridas de Tobby
  • Una rubia, una morena, minifaldas, glamour y... limpiando las heridas de Tobby con saliva
  • 8 alemanes detrás observando el panorama
  • Risas, vaciles... "¿you or you?", "el recepcionista italiano, cariño, el recepcionistaaaaaa. THE RE-CEP-CIO-NIST AND HIS TES-TOS-TE-RO-NAAAA!!!"
  • Imaginación al poder y tu arte para la mentira
  • Una rusa y una africana, Zipi y Zape, o Thelma y Louise que viene a ser lo mismo
  • Maria
  • Las lecciones de psicología nocturnas
  • Los niños madrileños "deabuten"
  • La bomba en la piscina y las autofotos
  • Los ceda el paso y las rotondas
  • El imperio guiri
  • Los "Hey Mister DJ play a Spanish song for us"
  • El caso omiso del DJ
  • El show de la reproducción "no artificial" en las discotecas, y el "perreo" guiri
  • Los italianos simpáticos intentando hablar castellano
  • Los argentinos en su salsa
  • Las piscinas naturales y los pies al remojo
  • Los cantos y los gritos en NUESTRO coche
  • Las aventuras con las llaves del hotel
  • Las proposiciones casi-indecentes del camarero del hotel
  • Don "Amo a Laura" y Doña Laura
  • Nuestras sesiones de fotos
  • El perfil bueno
  • Las clases de maquillaje
  • Aparentar 18 añitos
  • Los pañuelos por 2€
  • Los sitios chic, los San Francisco, el glamour y............ ¡¡¡las cucarachas debajo de los cojines!!!
¡Inolvidable Tenerife!

Thank you, lady ;)