No te conozco.
No sé si eres un chico o una chica. Pero hoy me has hecho un poco más feliz, así que he decidido dedicarte este post a ti: a mi único seguidor catalán.
Te escribo esta carta con la esperanza de que algún día la leas, y a ti te haga al menos la mitad de la ilusión que me ha hecho a mí, saber que hay alguien al otro lado.
Me descubriste a través de Blogger , y me encontraste de nuevo, buscando en Google la definición de ingenua, y ajá ¡me encontraste! ¡aquí me tienes!
Algo viste en este blog que te hizo volver a visitarme al día siguiente y... el lunes. Normalmente, mi amigo Google Analytics me chiva que tengo visitas desde Bilbao (mis incondicionales que siempre me leen) y alguna de Madrid, pero el otro día... ¡sorpresa! un puntito naranja señalaba Barcelona.
Poco sé de ti, pero hay algo que me encanta, y es que casualidades de la vida, ¡tienes un terminal Android como yo!
No sé si volverás a pasarte por aquí y leer esto, pero si es así:
¡MIL GRACIAS! Saber que alguien que ni si quiera me conoce me lee, me motiva para seguir contando mis tonterías, en este, mi pequeño diario.
Hoy una foto de San Francisco adorna tu pantalla. Es de noche y el Golden Gate brilla con todo su esplendor.
Al fondo rascacielos. Mar morado, cielo rosa y miles de ventanas iluminando el paisaje... En su interior, vidas ajenas, secretos, historias que vivir y que ocultar.
Historias como la mía.
Como de la que tu eres testigo todos los días. Mi fiel confidente, al que susurro al oído todos mis secretos. Que escuchas sin juzgarme. Que me has oído reír y llorar, y que cada día, cada momento, con una voz diferente me guías, me apoyas y compartes mi vida.
Tú que me acompañas a todas partes, que me permites llevar a todas las personas que quiero junto a mí. Las siento saltar en mi bolso y cantar mis canciones favoritas cuando quieren salir para hablarme: mis pequeños enanitos...
A veces arrimo un ojo a los agujeritos a ver si consigo verlos, pero son tímidos y se esconden...
¡Qué orgulloso estaría tu tatarabuelo Graham si pudiera verte!
El sábado comenzó una nueva etapa de mi vida, esa en la que tus amigas empiezan a casarse y te hace darte cuenta de todas las cosas bonitas que te quedan aun por vivir.
La verdad es que ayer fue un día "post-bodorrio", tirando a depresivo... así que a pesar de que, lo pasé genial, la boda fue preciosa, la novia estaba increíble y se rebosaba alegría por todos los rincones del festejo, prefiero no hablar de ello.
Y es que me hace sentir realmente triste, mirar a mi alrededor y ver que muchos tienen un futuro bien definido y las cosas tan claras. Me alegro por ellos, como es normal, pero es mejor no pensarlo demasiado, por si las moscas... Y es que con bodas tan perfectas, una ya se imagina en el altar, y no es plan.
Así que he decidido titular este post "Recapitulando". ¿Recapitulando qué? Pues bien, como aparte de la boda no ha habido mucho movimiento en mi vida últimamente, y ya tocaba escribir algo, me he dado cuenta de que ya han pasado tres semanas desde mi muerte. Sí, mi muerte.
La verdad es que contra todo pronóstico se me ha dado bien ser fantasma y contactar con mis amigos más cercanos desde el más allá. Fijaos ¡hasta he asistido a una boda preciosa!
Resumiendo: que me siento tremendamente orgullosa de mi comportamiento inmune durante estas tres semanas, de esta armadura que me ha acompañado y que no quiero perder nunca, de mi pseudo-felicidad pasajera, de mis ganas de salir adelante, de mi fuerza para olvidar que la lista de los que ya no están es cada día mayor. Por mirar a mi lado y aprender a valorar a los que sí están, a los que no se han ido nunca.
Y es que resulta, que no hay mal que por bien no venga. Y a mí esto me ha servido para darme cuenta a mis 25 años (más vale tarde que nunca) de:
que sé soltar (aunque me cueste lo mío),
que aferrarme a un pasado que ya se ha ido no me sirve de nada,
que tengo orgullo,
que mi paciencia, aunque muchas veces lo parezca, no es infinita,
que hay gotas que colman mi vaso,
que no necesito príncipes en mi vida que se conviertan en sapos,
que me cansé de nadar en tu charca para no ahogarme,
que tengo dos piernas para salir de todo lo que me has hecho,
caminando airosa, sin necesidad de arrastrarme por ti,
luciendo cualquiera de mis preciosos zapatos,
esos que tú nunca alcanzarás,
...
Y es que no te mereces ni que hoy me acuerde de ti.