Ayné


Recoges lo que siembras.

Sí, muy bonito y didáctico. Ideal como argumento principal de una peli de Disney. Ahora bien, ¿qué tiene esto de real? Porque a mí me debieron timar con las semillas. Vale que las rosas tienen espinas, aceptamos barco, pero de ahí a que me crezca un cactus... Pues no lo entiendo.

Nunca se me dieron bien las plantas, he de reconocerlo. Siempre fui descuidada y poco atenta con ellas, por lo que ni si quiera llegaban a florecer. Pero ¿y cuando logré tener la mejor de las rosas en mi jardín?, ¿cuando me volqué con ella y di lo mejor de mí misma?

Entonces, marchitó.
¿Demasiado agua?, quizás.
¿Demasiada sed?, tal vez.

El caso es que ya no está. O al menos, ya no como antes.

Está claro que la jardinería no debe ser lo mío. Pero tras casi 26 años intentando aprender, ¿es posible que me siga llevando semejantes decepciones?

Para muestra un botón.

Sus hojas se han caído. Sólo queda el recuerdo de una rosa que sobrevivió a mi torpeza y se mantuvo a mi lado por un tiempo. La que ahora ya no quiere estar en mi jardín, la que ha convertido mi felicidad en un bosque donde crecen cactus salvajes.

Semillas que no planté.

¿O a lo mejor sí?

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