Ayné


Primeros diluvios. Primer día que me pongo la chaqueta y las medias. Ya han salido los horarios de invierno en el gimnasio. Se acabó la jornada intensiva. Los días son más cortos y oscuros. Gotas en los cristales. Pijama largo y manta de ganchillo. Baños calientes de espuma blanca. Manos frías.

Chocolate con churros. Canciones buenas. Cafés humeantes en irlandeses de madera. Tardes de series.
Hojas secas en las aceras. Gorritos de lana. Planes de invierno. Casas rurales. Chimeneas.

El paraguas secándose en la ducha. Madres despidiendo a sus niños en la parada del bus. Hojear el periódico en el metro. Sentir el calor de mi casa... y el del coche.

Sacar un pie fuera de la cama y notar que un escalofrío me recorre. Tormentas al otro lado de la ventana, el viento contra las persianas. El calor de las mantas.

Humedad en el ambiente y en la piel.
Frío en las mejillas y en el corazón.

Ya está aquí. Las hojas se caen, una a una, poco a poco.
Ha llegado el otoño a mi vida y me ha calado hasta los huesos.


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