Ayné


Ayer  pensé en ti. Hoy pienso en ti. Mañana, seguiré pensando en ti. 
Cada vez que miro al cielo y veo una estrella, sé que estás ahí. Mirándome.
Eres el recuerdo más nítido de mi infancia, de mi adolescencia y de mis primeros días como mujer madura. Después, sólo una estrella, la luz en la noche oscura. Mi luz.


Te recuerdo con tu chaquetón de felpa verde y tu txapela. Tenía un escudo del Athletic grabado en el forro interior que siempre enseñabas orgulloso. Aficionado hasta la muerte del equipo de tu corazón. Aún te recuerdo dormido, con el escudo  en la solapa de tu chaqueta.  Estabas tan guapo…


Recuerdo lo mucho que te gustaba la cebolla, como a mí ahora. Siempre picabas de la ensalada que mi amama preparaba para mi aita antes de que bajaras a comer a tu casa. Sólo un par de pinchadas, porque si quitabas el hambre la abuela te reñiría.


Recuerdo tus frases: “hija, no hagas reñir a la amama” y  “voy a tener que llamar a la grúa para que me levanten de aquí”.
Añoro tus historias de la guerra, y de los 14 años que pasaste en la mili. Tus historias del internado y los 13 hermanos que tuviste.
Recuerdo lo mucho que te gustaba leer libros que a mí me parecían gordísimos y que después intercambiabas con mi ama.
Recuerdo los folios que nos traías de la imprenta en la que trabajabas. Yo pensaba que sólo podías conseguirlos tú. Racioné bien el último paquete por si no volvía a tener folios blancos nunca más.


Recuerdo como jugábamos al dominó los mediodías de los miércoles y los viernes. Primero en el suelo.  Tumbados. Cuando tuvimos que empezar a llamar a la grúa de verdad,  lo hacíamos en la mesa del comedor. Para aquél entonces mi hermana también jugaba, y siempre nos ganaba. Hacías que te picabas  y repetías: “esta niña sabe latín”.
Recuerdo que nunca aprendiste a pronunciar su nombre, y que te quejabas de que era muy complicado.
Recuerdo que me regalaste un dominó de frutas. Era de madera. Recuerdo el sonido de las fichas sobre la mesa.


Recuerdo que escondías caramelos de menta en el primer cajón de mi escritorio y me lo chivabas al oído cuando te marchabas a tu casa.
Recuerdo que corrías tras de mí para que no pasara los semáforos en rojo.
Recuerdo que me querías más que nadie en este mundo.


Recuerdo que olvidaste, que  sólo recordabas tu vida pasada, tu juventud, la guerra, tus hermanos…
Recuerdo la silla de ruedas al final de la cocina. Recuerdo tus ojos llorosos, tu mirada perdida. 
Recuerdo tu sonrisa cuando volvías a conocerme. 
Recuerdo que sabía que te quería más que a nada en este mundo.


Recuerdo cuando te acaricié la cabeza y me sentí incómoda porque ya no eras tú quien me la acariciaba a mí. Recuerdo pasear tu silla por el Puerto Deportivo una tarde preciosa. Recuerdo que llevaba un discman y que escuchaba Think Twice de Celine Dion.
Recuerdo dos años de dolor.
Recuerdo el txistu y el Agur Jaunak*.


Hoy hace ocho años que me diste el mejor regalo de cumpleaños que tendré en mi vida. Sólo que yo no lo sabía. El destino, de quien tanto me quejo, me dio la oportunidad de despedirme de ti sin que yo lo supiera.
Una hora libre entre clases en la uni. Una escapada fugaz para visitarte el día de mi cumpleaños. 
Recuerdo la expresión de tu cara al verme por sorpresa entrar en tu cocina. 
Recuerdo que dijiste mi nombre por última vez y que me diste un beso. El último.
Mañana hará ocho años que me dejaste, y yo, sin saberlo, el día de mi 18 cumpleaños recibí el mejor regalo del mundo. Un beso de despedida.


Hasta siempre, abuelo.




* Agur Jaunak es una canción típica vasca. Significa "Os saludamos señores" y se canta o se toca con el txistu (instrumento típico vasco), para rendir homenaje solemne, tanto en una recepción como en una despedida. Suele cantarse/tocarse en funerales, para despedir al difunto y darle la bienvenida a su "nueva vida".

3 Responses
  1. Eneritz Says:

    Yo tb me acuerdo del dominó de frutas.

    Precioso homenaje ;-)


  2. Somos afortunadas. El pasado diciembre, el día de mi cumpleaños, yo también tuve la oportunidad de despedirme de mi abuela día y medio antes de que emprendiese su largo viaje. Llevaba semanas sin hablar, apenas daba muestras de conocer a nadie y, de pronto ese día me sonrió, me dio un abrazo y un beso y me dijo: te quiero.
    Estoy segura que, desde donde quiera que estén, velan por nosotras.
    De hecho, tengo el firme convencimiento de que mi abuela ha tenido mucho que ver en todas las cosas buenas que me han pasado este año...


  3. cdespacio Says:

    Has conseguido arrancarme unas cuantas lágrimas...


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