Ayné


Llueve a mares e intento que mi coche consiga nadar hasta el calor de mi casa por una autopista sin farolas, serpenteante y encharcada a más no poder.



Miro por el retrovisor interior. El cristal de atrás está limpio. Todo se ve nítido. No se escapa ni un sólo detalle. Las luces de los coches que dejo atrás iluminan mi cara a través del espejo y hacen sombras en el interior de mi coche. 



No hay sombras sin luz.



De repente un coche tuerto me mira con su único ojo. Me asusta, pero en seguida me repongo y pienso que no es más que un simple fantasma del pasado. 


Me hace recordar que el cristal de atrás no es más que eso, carretera que ya he recorrido, asfalto dejado atrás, kilómetros quemados, faros que me iluminan pero que ya no caminan a mi velocidad.


Miro hacía el frente. Enormes nubes de agua chocan contra mi cristal. No distingo el camino. Las líneas del suelo están mojadas y no se ven. Los limpiaparabrisas no dan a basto. Las ruedas de los coches que me adelantan, me salpican. Indiferentes, me dejan atrás. Van más rápido. Confiados, porque conocen el camino. 


Yo decido levantar el pie del acelerador. Siempre me gustó ir sobre seguro. Decido seguir las luces rojas de un pequeño coche que se hace camino entre la oscuridad, poco a poco, sin prisa pero sin pausa. Nos quedamos sólo los dos, pero momentos después toma una salida y yo debo continuar sola. 


Busco desesperadamente otras luces rojas que seguir, pero la lluvia no me deja ver. A lo lejos algo brilla. Me esfuerzo por ver, entrecierro los ojos y ahí están las luces. 


Llego a una recta iluminada, acelero y alcanzo las luces rojas. Me siento segura. Por fin veo. Pero en una ráfaga de viento un coche invade mi carril. Me siento amenazada, y aunque lo odie sobremanera, tengo que tocar el claxon para que no altere mi espacio vital.


Ha funcionado. Ha vuelto a su carril.


Curioso. Cuando tocamos el claxon en señal de peligro para que los demás coches se alejen y eviten el impacto, siempre se hacen a un lado. ¿Pero cuál es la señal que debemos hacer para que los demás coches no se alejen, para que no tomen el desvío?, ¿para que se mantengan sus luces rojas por delante, guiándonos, para que no nos dejen solos en la oscuridad?


No hay señal posible. Cada coche tiene su destino, tiene su propio camino y a veces, el nuestro, tiene que recorrer el suyo solo.





1 Response
  1. Como la vida misma. Es bueno poder ir de la mano de alguien, pero tarde o temprano, en algún momento, por pequeño que sea, la debemos soltar...


Publicar un comentario