Ayné


Apareciste ante mi cámara sin yo esperarlo.

En medio de aquella selva tropical, estabas tú, tan pequeño, tan inocente… Tus manos aplaudían, disfrutabas del extraño carnaval de tu tierra. De repente una sonrisa, una mirada triste, ingenua, de asombro quizá, observando un autobús repleto de turistas blancos que con máquinas desconocidas en mano, fotografiaban todo aquello con lo que se cruzaban.

Nos viste pasar, y tú quedaste inmortalizado en mi cámara. ¿Qué será de ti? ¿Qué te deparará la vida en aquella tierra?

Intuyo que te convertirás en pescador, como la mayoría de los habitantes de tu isla. Probablemente seas feliz, teniendo ni si quiera la décima parte de todo lo que disfrutamos al otro lado del charco, y a lo mejor, algún día sientas la inquietud de conocer de dónde procedían aquellos rostros pálidos que viste en aquel autobús y quieras descubrir cómo son sus vidas al otro lado de los árboles. A lo mejor te atrevas a conocer la selva de asfalto, a lidiar con las fieras de la ciudad, a pescar en este mar de soledad y de ambición.

A lo mejor decidas volver a Grenada, a descansar en tu humilde cabaña, sin lujos. A lo mejor decidas pasar las horas con tus pies colgando de una barandilla en un porche de madera, viendo pasar a los turistas, mirarlos con lástima y compadecerlos, porque ellos, a pesar de tenerlo todo, no saben lo que es ser feliz.


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